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domingo, 23 de enero de 2011

Caminaba sin rumbo. Mirando al suelo. El cielo lloraba por mí. Ya no me quedaban lágrimas. Sólo sentíaa odio. Odio hacia mí misma. Por amar y callar. Por no tener valor. Por sólo atreverme a soñar. Y soñaba. Imaginaba. Tus llamadas a altas horas de noches. Amargas. En las que me desearas dulces sueños. Con los dulces besos que me darías en mi mejilla tibia cuando me sintiera mal. Y era capaz de ver el brillo de tus ojos al decirme cuánto me amas. Soñaba con tus abrazos en tardes frías para intentar darme calor. Y con tu sonrisa al sentir latir mi corazón tan fuerte como mis pisadas. Pensaba incluso en el nombre que tendrían nuestros hijos, ilusa de mí. Me repetía. Pero me imaginaba un futuro en el que siempre iba contigo de la mano. Y ya perdida entre las calles y entre sueños decidí volver a la realidad. Hasta ahora tan solo había visto grises y sucias piedras. Hojas sin vida caídas de árboles. Papeles que movía el viento de una punta a otra de la ciudad. Mis pies cansados. Levanté la vista y entre la oscuridad pronto reconocí tu silueta. Sí. Eras tú.  Mirándome. Como si también estuvieses perdido. Y nos acercamos. No dijimos nada. No hacía falta. Me agarraste de la mano y me susurraste al oído:  - Te estaba esperando..
A veces sueñas y crees que nunca se cumpliran tus sueños. Y te rindes fácilmente. Incluso te enfadas contigo mismo. Pero no es cierto. Algún día, sin esperarlo conseguirás aquello que tanto deseas, por muy difícil que te parezca. YO conseguí el amor.

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